No hay nada más helsinguense que pasar una tarde de verano sudando en una sauna pública antes de lanzarse al mar. A lo largo del litoral de la ciudad, se alinean joyas arquitectónicas modernas y saunas de barrio con historia, donde locales y viajeros se reúnen para relajarse, recargar energías y disfrutar del placer silencioso de simplemente estar.
Ve a Löyly, donde el diseño contemporáneo se funde con la tradición en una estructura de madera que se asoma al Báltico. Tras una intensa sesión de löyly — esa suave ola de calor que emana de la estufa de la sauna—, date un chapuzón en el mar, sin importar la temperatura. ¿Prefieres un ambiente más insular y nórdico? Entonces pon rumbo a la isla rocosa pero encantadora de Lonna. Y si lo tuyo es una experiencia más relajada y local, Kotiharjun Sauna, en el barrio de Kallio, ofrece una genuina muestra de la vida cotidiana finlandesa. Allí te cruzarás con habituales conversadores, expertos en ramas de abedul y, con suerte, alguien que te invite una refrescante lonkero.
Lleva traje de baño (o no, según la sauna y tu ánimo), una toalla y la mente abierta. Saldrás renovado, con las mejillas sonrojadas y un poquito más finlandés que antes.